08-07-2005, 06:08 PM
El orgasmo: mitos y realidades
Análisis y refutación de algunos de los mitos más difundidos en el imaginario social con respecto al siempre fascinante orgasmo.
Palabra atractiva, deseada, y a veces, quizás, también temida. Es una experiencia extraordinaria que suele ser el punto culminante (el más intenso) de la vivencia sexual.
Desde el punto de vista sexológico, el orgasmo constituye el momento en el cual, después de una gran tensión sexual que ha venido en ascenso (todos los músculos están contraídos, los genitales están llenos de sangre, el ritmo cardíaco y el respiratorio están en su nivel más alto) se descarga esta tensión, lo que produce una experiencia de gran placer. Desde lo orgánico, la sangre que estaba acumulada en la zona genital vuelve, gracias a una serie de contracciones rítmicas de los músculos pélvicos, al torrente sanguíneo.
Pero además y como un dato mucho más interesante, el orgasmo puede representar el momento de mayor entrega y conexión del encuentro sexual. Es el instante en el que soltamos el control. Y somos. Cada uno consigo mism@ y con su pareja. Puede ser un punto de encuentro emocional y espiritual en el cual todas las corazas se caen, la mente racional ya no está en comando y los dos seres cuyos cuerpos están juntos, se encuentran de verdad. Para ello, es preciso construir con el/la compañer@ sexual un vínculo de confianza, cuidado y respeto. También se requiere el conocimiento. Puede ser un momento de gran plenitud e intensidad.
Cada persona vive sus orgasmos de manera particular. Y aunque es una experiencia individual, abrirse a la experiencia de compartir el momento con otra persona puede ser muy gratificante.
Hay alrededor del orgasmo muchos mitos y creencias que pueden llegar a convertirlo en un punto de preocupación. Analicemos algunos.
Uno de los mitos más difundidos dice que para que una relación sexual sea positiva y adecuada, el orgasmo de ambos miembros de la pareja debe darse al mismo tiempo. Esto no necesariamente es así. Un encuentro sexual puede ser muy satisfactorio aunque ambos integrantes alcancen su orgasmo en distintos momentos. Una relación erótica también puede ser placentera sin necesidad de alcanzar siempre el clímax.
Otra de las creencias se relaciona (en el caso de la sexualidad masculina) con la asociación ineludible entre eyaculación y orgasmo. Muchas veces efectivamente van unidos, pero no tiene por qué ser siempre así. Es posible eyacular sin tener orgasmo y viceversa. Esta última práctica, generadora de un placer muy intenso y prolongado, requiere un aprendizaje y entrenamiento especiales, de los que hablaremos en otra oportunidad.
En cuanto a la sexualidad femenina, suele haber una confusión en cuanto a la diferencia entre orgasmo clitoridiano o vaginal, clasificación proveniente de la propuesta psicoanalítica. Freud (su precursor) señalaba que las mujeres solamente eran sexualmente maduras cuando tenían un orgasmo vaginal y decía que el clímax producido gracias a la estimulación del clítoris era característico de las niñas o las mujeres inmaduras. Hoy en día persiste la creencia (que genera muchos malentendidos y preocupaciones) de que si una mujer no alcanza un orgasmo a través del coito, sin estimulación del clítoris, hay algo que está mal. Esto no es así.
Cada mujer puede (o no) vivenciar sus orgasmos a partir de distintos estímulos. Lo importante es que la experiencia sea satisfactoria y placentera para ella.
Un último mito que analizaremos se relaciona con la idea de que las personas somos responsables de que nuestra pareja tenga un orgasmo. Esto tampoco es cierto. Cada persona es responsable de su propio placer. Entre estas responsabilidades se encuentra el derecho de decirle a su pareja qué y cómo le gusta y qué no. Para ello primero hay que conocerse, explorar solos o en compañía para aprender sobre el propio placer erótico y atreverse a conversarlo. Es una vivencia que puede ser muy enriquecedora y divertida
Análisis y refutación de algunos de los mitos más difundidos en el imaginario social con respecto al siempre fascinante orgasmo.
Palabra atractiva, deseada, y a veces, quizás, también temida. Es una experiencia extraordinaria que suele ser el punto culminante (el más intenso) de la vivencia sexual.
Desde el punto de vista sexológico, el orgasmo constituye el momento en el cual, después de una gran tensión sexual que ha venido en ascenso (todos los músculos están contraídos, los genitales están llenos de sangre, el ritmo cardíaco y el respiratorio están en su nivel más alto) se descarga esta tensión, lo que produce una experiencia de gran placer. Desde lo orgánico, la sangre que estaba acumulada en la zona genital vuelve, gracias a una serie de contracciones rítmicas de los músculos pélvicos, al torrente sanguíneo.
Pero además y como un dato mucho más interesante, el orgasmo puede representar el momento de mayor entrega y conexión del encuentro sexual. Es el instante en el que soltamos el control. Y somos. Cada uno consigo mism@ y con su pareja. Puede ser un punto de encuentro emocional y espiritual en el cual todas las corazas se caen, la mente racional ya no está en comando y los dos seres cuyos cuerpos están juntos, se encuentran de verdad. Para ello, es preciso construir con el/la compañer@ sexual un vínculo de confianza, cuidado y respeto. También se requiere el conocimiento. Puede ser un momento de gran plenitud e intensidad.
Cada persona vive sus orgasmos de manera particular. Y aunque es una experiencia individual, abrirse a la experiencia de compartir el momento con otra persona puede ser muy gratificante.
Hay alrededor del orgasmo muchos mitos y creencias que pueden llegar a convertirlo en un punto de preocupación. Analicemos algunos.
Uno de los mitos más difundidos dice que para que una relación sexual sea positiva y adecuada, el orgasmo de ambos miembros de la pareja debe darse al mismo tiempo. Esto no necesariamente es así. Un encuentro sexual puede ser muy satisfactorio aunque ambos integrantes alcancen su orgasmo en distintos momentos. Una relación erótica también puede ser placentera sin necesidad de alcanzar siempre el clímax.
Otra de las creencias se relaciona (en el caso de la sexualidad masculina) con la asociación ineludible entre eyaculación y orgasmo. Muchas veces efectivamente van unidos, pero no tiene por qué ser siempre así. Es posible eyacular sin tener orgasmo y viceversa. Esta última práctica, generadora de un placer muy intenso y prolongado, requiere un aprendizaje y entrenamiento especiales, de los que hablaremos en otra oportunidad.
En cuanto a la sexualidad femenina, suele haber una confusión en cuanto a la diferencia entre orgasmo clitoridiano o vaginal, clasificación proveniente de la propuesta psicoanalítica. Freud (su precursor) señalaba que las mujeres solamente eran sexualmente maduras cuando tenían un orgasmo vaginal y decía que el clímax producido gracias a la estimulación del clítoris era característico de las niñas o las mujeres inmaduras. Hoy en día persiste la creencia (que genera muchos malentendidos y preocupaciones) de que si una mujer no alcanza un orgasmo a través del coito, sin estimulación del clítoris, hay algo que está mal. Esto no es así.
Cada mujer puede (o no) vivenciar sus orgasmos a partir de distintos estímulos. Lo importante es que la experiencia sea satisfactoria y placentera para ella.
Un último mito que analizaremos se relaciona con la idea de que las personas somos responsables de que nuestra pareja tenga un orgasmo. Esto tampoco es cierto. Cada persona es responsable de su propio placer. Entre estas responsabilidades se encuentra el derecho de decirle a su pareja qué y cómo le gusta y qué no. Para ello primero hay que conocerse, explorar solos o en compañía para aprender sobre el propio placer erótico y atreverse a conversarlo. Es una vivencia que puede ser muy enriquecedora y divertida
Tengo Ganas de ti, de tu aroma y de tu ser,
de tu sabor y de tu piel,
de sentirte y hacer,
aquello a lo que tu llamas placer.
de tu sabor y de tu piel,
de sentirte y hacer,
aquello a lo que tu llamas placer.