01-07-2009, 01:03 PM
El viernes 21 del mes pasado, la sección Vida! trajo un artículo del servicio de noticias del New York Times, quizá pasado por alto por algunos lectores, pero merecedor de una discusión seria en las aulas y fuera de ellas: "Son motivo de pena celulares sencillos; comparan gadget con símbolos de estatus tradicionales".
El texto cuenta la experiencia de Chris Glionna, supervisor de restaurantes de una conocida compañía, con su viejo celular. Como el teléfono le daba el servicio necesario, no le preocupaba que estuviera fuera de moda. Pero... (siempre hay un pero) sus colegas lo molestaban y se burlaban cuando extraía su "pisapapeles" del maletín. Llegó a sentirse tan avergonzado que hace un par de meses lo cambió por un BlackBerry.
En la pasada Feria del Libro escuché una tesis muy interesante del Dr. Alejandro Morton: la crisis de Estados Unidos se debe, entre otras cosas, a la inseguridad que los norteamericanos tienen en ellos mismos; su continua necesidad de comprar jamás se satisfará porque esperan que la satisfacción personal venga de lo comprado, y jamás será así.
El domingo pasado, la carta de un lector, Julián Villarreal, coincide con Morton: "... a nivel social no nos hemos dado cuenta de que ese impulso descontrolado por comprar es, en el fondo, la causa profunda de la crisis económica que ha cundido ya por todo el mundo, alimentada por un sistema financiero insaciable que facilitó recursos para que compraran quienes no tenían con qué".
Pocas cosas hay más tensionantes que tratar de mantenerse a la moda en ropa, calzado, accesorios, tecnología, viajes, comidas, restaurantes, casas, muebles, cirugías, autos y todo lo añadible. Quien tiene dinero en exceso puede comprar, usar y desechar, pero quienes vivimos sujetos a un presupuesto debemos cuidar qué compramos y entender por qué y para qué lo compramos. Y esa regla se ha olvidado.
En efecto, la presión social existe, pero debemos preguntamos cuánto nos presiona y cuánto somos nosotros quienes nos dejamos presionar. Porque es muy cómodo justificar nuestros excesos o actos absurdos transfiriendo la responsabilidad a una entidad abstracta (la sociedad), en vez de asumirla nosotros en concreto.
¿Cuál es el problema de que se rían de nuestro celular viejo? La risa es buena y si no les gusta el celular pueden bromear a costa de él y criticar el aparato, a su dueño o a ambos. El problema es de ellos, no del dueño del celular, a menos que éste lo acepte.
Cuando se estudia guión cinematográfico se aprende a crear personajes creíbles. Debemos pensarlos y darles una personalidad con un carácter, una caracterización y una característica que los distinga de los demás.
La característica la usamos todos cuando describimos a alguien ante quienes no lo conocen: "Es un señor medio gordito, de sonrisa muy agradable" o "Es una mujer bajita, de ojos azules y muy mandona".
Malo el cuento cuando esa característica se transfiere a una de sus posesiones: "Es el chavo del convertible rojo" o "La señora que usa puras bolsas de marca y tiene una casa enorme" o "Es el director que siempre anda a la moda". Es decir, su personalidad no emana de lo imprescindible, sino de lo prescindible. Lo primero no se compra en ningún lado; lo segundo en cualquiera, si se tiene los medios para hacerlo.
Un amigo muy cercano (no mexicano), es multimillonario, pero nosotros lo averiguamos por accidente tras años de conocerlo. Es sencillo, generoso, adaptable a todo y disfruta lo disfrutable. Jamás presume y nunca hace alarde de nada porque tiene muy claro qué cosas son importantes en su vida.
Las trampas de la presión social siempre han estado ahí. Caen en ellas quienes no se conocen a sí mismos y tienen una escala de valores centrada en lo social. Las eluden quienes sí se conocen y valoran lo esencial, no lo accesorio.
El vacío personal no lo llena ni los closets giratorios, ni los carros de lujo, ni las joyas exclusivas. La satisfacción de los consumidores insaciables no viene de poseer las cosas, sino de presumirlas ante los demás.
¿Tiene usted un celular del que sus "amigos" se ríen cuando lo usa? Ríase con ellos y úselo hasta que guste. ¿Le duelen las burlas? Entonces cambie de amigos, no de celular. Es lo justo.
El texto cuenta la experiencia de Chris Glionna, supervisor de restaurantes de una conocida compañía, con su viejo celular. Como el teléfono le daba el servicio necesario, no le preocupaba que estuviera fuera de moda. Pero... (siempre hay un pero) sus colegas lo molestaban y se burlaban cuando extraía su "pisapapeles" del maletín. Llegó a sentirse tan avergonzado que hace un par de meses lo cambió por un BlackBerry.
En la pasada Feria del Libro escuché una tesis muy interesante del Dr. Alejandro Morton: la crisis de Estados Unidos se debe, entre otras cosas, a la inseguridad que los norteamericanos tienen en ellos mismos; su continua necesidad de comprar jamás se satisfará porque esperan que la satisfacción personal venga de lo comprado, y jamás será así.
El domingo pasado, la carta de un lector, Julián Villarreal, coincide con Morton: "... a nivel social no nos hemos dado cuenta de que ese impulso descontrolado por comprar es, en el fondo, la causa profunda de la crisis económica que ha cundido ya por todo el mundo, alimentada por un sistema financiero insaciable que facilitó recursos para que compraran quienes no tenían con qué".
Pocas cosas hay más tensionantes que tratar de mantenerse a la moda en ropa, calzado, accesorios, tecnología, viajes, comidas, restaurantes, casas, muebles, cirugías, autos y todo lo añadible. Quien tiene dinero en exceso puede comprar, usar y desechar, pero quienes vivimos sujetos a un presupuesto debemos cuidar qué compramos y entender por qué y para qué lo compramos. Y esa regla se ha olvidado.
En efecto, la presión social existe, pero debemos preguntamos cuánto nos presiona y cuánto somos nosotros quienes nos dejamos presionar. Porque es muy cómodo justificar nuestros excesos o actos absurdos transfiriendo la responsabilidad a una entidad abstracta (la sociedad), en vez de asumirla nosotros en concreto.
¿Cuál es el problema de que se rían de nuestro celular viejo? La risa es buena y si no les gusta el celular pueden bromear a costa de él y criticar el aparato, a su dueño o a ambos. El problema es de ellos, no del dueño del celular, a menos que éste lo acepte.
Cuando se estudia guión cinematográfico se aprende a crear personajes creíbles. Debemos pensarlos y darles una personalidad con un carácter, una caracterización y una característica que los distinga de los demás.
La característica la usamos todos cuando describimos a alguien ante quienes no lo conocen: "Es un señor medio gordito, de sonrisa muy agradable" o "Es una mujer bajita, de ojos azules y muy mandona".
Malo el cuento cuando esa característica se transfiere a una de sus posesiones: "Es el chavo del convertible rojo" o "La señora que usa puras bolsas de marca y tiene una casa enorme" o "Es el director que siempre anda a la moda". Es decir, su personalidad no emana de lo imprescindible, sino de lo prescindible. Lo primero no se compra en ningún lado; lo segundo en cualquiera, si se tiene los medios para hacerlo.
Un amigo muy cercano (no mexicano), es multimillonario, pero nosotros lo averiguamos por accidente tras años de conocerlo. Es sencillo, generoso, adaptable a todo y disfruta lo disfrutable. Jamás presume y nunca hace alarde de nada porque tiene muy claro qué cosas son importantes en su vida.
Las trampas de la presión social siempre han estado ahí. Caen en ellas quienes no se conocen a sí mismos y tienen una escala de valores centrada en lo social. Las eluden quienes sí se conocen y valoran lo esencial, no lo accesorio.
El vacío personal no lo llena ni los closets giratorios, ni los carros de lujo, ni las joyas exclusivas. La satisfacción de los consumidores insaciables no viene de poseer las cosas, sino de presumirlas ante los demás.
¿Tiene usted un celular del que sus "amigos" se ríen cuando lo usa? Ríase con ellos y úselo hasta que guste. ¿Le duelen las burlas? Entonces cambie de amigos, no de celular. Es lo justo.
El que percevera alcanza...